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Prehistoria, minería y reconquista: ALTAMIRA, EL SOPLAO y SAN VICENTE DE LA BARQUERA.

CANTABRIA · Día 6 de 6
MUSEO DE ALTAMIRA, SANTILLANA, CUEVA EL SOPLAO Y SAN VICENTE DE LA BARQUERA

[28 Agosto 2020]

Último día en Cantabria. «A punto mañana» ponemos rumbo al MUSEO DE ALTAMIRA, en cuya cafetería desayunamos (me llevo cosas sin gluten).

  • MUSEO DE ALTAMIRA
  • Precio: 3€/persona. Incluye acceso a la Neocueva y a varias salas de exposición.

La Neocueva recrea las famosas pinturas rupestres y diversas situaciones cotidianas de los cazadores-recolectores que habitaban la cueva hace 35.000-14.000 años. Se puede descargar una App que explica cada uno de los puntos, permitiendo hacer la visita guiada a ritmo individual.

Recreación «Bisontes encogidos» de Altamira.

Los pigmentos de las pinturas rupestres se extraían de elementos naturales que disolvían en agua, como el color negro a partir del carbón vegetal o el rojo a partir de óxidos de hierro.

La exposición incluye vídeos, murales, mapas, herramientas y restos arqueológicos que nos transportan a la Prehistoria explicando la evolución y expansión de los homínidos, cómo vivían, cómo se distribuyeron por Cantabria y por el mundo, cómo cazaban y se alimentaban, su estructura social, especies de fauna y flora con las que convivían…

La visita a la verdadera Cueva de Altamira se reserva para unos pocos afortunados inscritos en una lista de espera que todavía va por el año 2002. Las visitas masivas durante el franquismo generaron un daño incalculable a las pinturas originales por lo que en 1977 se creó el museo y se censuró la entrada a las cuevas, limitándose a un pequeño número de visitantes cada semana para evitar agravar el daño a este importantísimo patrimonio histórico y cultural.

Santillana.

Al acabar la visita, que nos lleva un par de horas, volvemos a SANTILLANA DEL MAR a pasear por sus bonitas callejuelas (y sobre todo a hacer tiempo hasta nuestra reserva para comer).

Los animales sociables están en Santillana.

Llega la hora de comer, y atent@s porque este sitio es de visita obligada:

Menú súper completo, riquísimo, económico, con toda la carta apta para celíacos: El Pasaje de los Nobles (Santillana).

Menú abundante y con muchas opciones. Por 22,30€/persona que incluye primero, segundo, postre, bebida y pan. El panecillo de pueblo que veis en la primera foto también es sin gluten y estaba buenísimo. Además el personal muy amable.

Más que satisfechos, abandonamos Santillana y atravesamos sinuosas carreteras llenas de verde hasta llegar a la CUEVA EL SOPLAO.

Esta consiste en unos 20 kilómetros de galerías kársticas de las que se extraían minerales (plomo y zinc) que en su mayor parte eran exportados al norte de Europa en pleno auge de la industrialización (siglo XIX). El nombre de la cueva se debe a las fuertes corrientes de aire que sentían los mineros.

  • CUEVA EL SOPLAO
  • Precio: La visita guiada ordinaria cuesta 13€, se accede en un trenecito y luego se visitan a pie dos galerías.
  • Nos quedamos con ganas de hacer la visita minera (33€/persona) que consiste en una vía ferrata que abarca más galerías que la visita ordinaria.
  • Recomendable pillar las entradas con antelación.
Fotografía tomada de turismocantabria.es

No se pueden hacer fotos, ni falta que hace, pues las formaciones geológicas y la inmensidad del lugar te dejan sin palabras. El eco de cada pisada, la humedad y el frío, los olores, el silencio… todo genera una atmósfera embriagadora. Sin duda alguna el lugar que más nos impresionó de toda Cantabria.

Las estalactitas (que salen del techo) y estalagmitas (salen del suelo) se forman por acumulación de la calcita contenida en la roca: cada vez que cae una gota, el agua «se pierde» y la calcita queda acumulada. Muchas son de tamaño gigantesco y por ello la cueva tiene un valor geológico incalculable. Una verdadera maravilla.

Alrededores de El Soplao.

Acabamos el día visitando SAN VICENTE DE LA BARQUERA, en pleno Parque Natural de Oyambre, que con sus rías y zonas intermareales fangosas atrae a muchísimas aves acuáticas y posee una gran riqueza ecológica. Primero subimos al mirador del Faro de la Silla y luego dejamos el coche en uno de los parking de Paseo de la Barquera. Cruzamos el puente para adentrarnos en plena villa medieval.

San Vicente de la Barquera no era gran cosa hasta que fue repoblado en la Edad Media (siglo VIII) por Alfonso I, alzándose primero el CASTILLO DE SAN VICENTE alrededor del cual fue creciendo la villa marinera fortificada.

En el siglo XIII la villa comienza a experimentar un auge económico gracias a los fueros concedidos por Alfonso VIII de Castilla, privilegios que impulsaron el comercio marítimo y participación en la Reconquista Cristiana al territorio musulmán (Al-Ándalus) que como ya sabemos comenzó desde el norte (Reino de Asturias).

Reconquista desde el norte de España. En naranja territorio musulmán y en verde territorio cristiano.

San Vicente de la Barquera fue una de las Cuatro Villas del Mar junto a Laredo, Castro Urdiales y Santander. Todas ellas eran ricas en recursos madereros y yacimientos de hierro, lo que facilitó la construcción de barcos y el comercio marítimo. Gracias a eso y a las exenciones comerciales otorgadas por Alfonso VIII, las Cuatro Villas prosperaron formando los primeros núcleos de población potentes desde la caída del Imperio Romano, pues hasta entonces la costa había sido propensa a recibir ataques de vikingos y musulmanes.

Rías de San Vicente de la Barquera.

Durante los siglos XV y XVI el esplendor de la villa sufrió un fuerte declive debido a las embestidas de la peste y varios incendios.

Castillo de San Vicente.

Continuamos nuestro paseo hasta la IGLESIA DE SANTA MARÍA DE LOS ÁNGELES, de estilo gótico, levantada en el siglo XIII bajo el mando del ya conocido Alfonso VIII. Merece la pena rodearla para llegar al mirador y disfrutar del atardecer sobre las rías.

Mirador Santa María de los Ángeles.

La típica foto de San Vicente de la Barquera con los Picos de Europa de fondo no tenemos ni idea de dónde se hace pero es preciosa; si alguien lo sabe que lo comparta.

Regresamos por última vez a Soto de la Marina (recordamos: en medio de la nada, pero cerca de todo), repetimos cena en La Farola y nos despedimos de Cantabria.

Echaremos de menos el viento fresco del norte cuando estemos socarrándonos en Zaragoza.

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