CAMINO DE SANTIAGO · Día 3 de 10
Etapa 2: De Villafranca del Bierzo a O Cebreiro (28,9 km)
[21 Noviembre 2021]
Hoy es el día de la «etapa reina» en la que dejamos atrás Castilla y León para entrar en Galicia. Como se nos había amenazado con la exigencia (vertical y horizontal) de la etapa de hoy, nos levantamos a las 6 de la mañana y a las 6:30 ya estamos cargando nuestras mochilas con el outfit mochilero invernal. Guantes, buff, gorro, térmicas… ¡Santiago, qué frío hace!

El café cercano que se nos había prometido abriría a esa hora resulta estar cerrado, así que frontales en la cabeza y a caminar en medio de la oscuridad, con rostros somnolientos pero muchas ganas (y en el caso de Laura con miedo a que aparezca algún jabalí de entre la maleza). Antes de salir del pueblo nos cruzamos a unos villafranquinos que vuelven de fiesta y nos balbucean «¡Buen Caminho!» mientras su hígado lucha por sobrevivir.
Marcos aprovecha la oscuridad para contarnos historias de «la Santa Compaña», una procesión de fantasmas encapuchados que recorren los caminos anunciando las muertes de quienes se crucen con ellos. La Santa Compaña no se ve pero dejan un inconfundible olor a cera quemada debido a las velas que llevan.
Dicen además las leyendas que el cabecilla de la Compaña lleva una cruz, y que si te la da, quedará libre y tú estarás condenado a sustituirlo como nuevo cabecilla para toda la eternidad (o hasta que le endiñes la cruz a otro pringado).

El primer tramo de la ruta discurre por el arcén de la carretera, bien aislado con bloques de cemento (no es bonito, la verdad, pero da seguridad). Conforme aparecen las primeras luces del alba empezamos a intuir a lo lejos a un posible miembro de la Santa Compaña (¿de dónde ha salido ese señor?), pero resulta ser un italobrasileño muy majo al que nos cruzaríamos a lo largo de todo el Camino.


Continuamos bordeando los meandros que describe el río Valcarce, acompañados por los otoñales bosques de ribera. A los 5 kilómetros de la salida llegamos a PEREJE, un bonito pueblecito con casas rústicas, huertas y muchos gatos; un alivio después de tanta carretera. En su día contó con un hospital y una prisión para peregrinos. Buscamos un sitio para desayunar desesperados pero no parece haber un alma, así que continuamos.

Sobre los 9 kilómetros llegamos a TRABADELO, y menos mal porque nuestros estómagos se quejan casi tanto como el hígado de los villafranquinos fiesteros. El enclave del pueblo en medio de los bosques otoñales no puede ser más bonito.

Paramos en un bareto donde nos atiende probablemente la camarera berciana menos simpática de todo el Camino. Tomamos unos cafés y los no-celíacos unas contundentes tostadas con tomate y jamón. Yo pido una tortilla francesa con las explicaciones pertinentes pero no apuesto un duro a la ausencia de contaminación cruzada.

Trabadelo es un pueblo de gran tradición maderera y, como en la mayoría de sitios que cruzamos en el Camino, se nutre principalmente de la agricultura y la ganadería. En la foto se ven unos cultivos de berzas gallegas, una especie de acelgas con tallo alto (son como palmeras de acelgas).
Las berzas son muy típicas en múltiples presentaciones gastronómicas de Galicia y alrededores, y nosotros probaríamos el caldo de berzas día sí, día también. Tan típicas son las berzas allí que yo pensaba que habían dado nombre a la comarca, pero resulta que no; que El Bierzo viene del celta «bheregh» que significaba «montaña».

Bueno, pues ya llevamos un tercio recorrido así que dejamos atrás la bonita panorámica neblinosa de Trabadelo con una sonrisa y la glucosa repuesta.
Un miembro de nuestro equipo tiene una pequeña crisis de dolor en rodilla pero un poco de réflex, ánimos de grupos y apañado (spoiler: este sería el primero de los muchos percances que tendríamos con las rodillas).

A los 13,7 kilómetros de andadura llegamos a un pequeño enclave llamado A PORTELA DE VALCARCE. El nombre se asocia a que aquí los nobles cobraban un impuesto (un «portazgo») a los peregrinos que pasaban por allí antes de entrar a Galicia. En A Portela se encuentra una estatua al Apóstol que indica los kilómetros a cada lado del Camino Francés.

Poco después atravesamos AMBASMESTAS, donde destaca su iglesia medieval Nuestra Señora del Carmen. Hay quien dice que todas las iglesias del Caminho son iguales pero a mí me parecen preciosas. El nombre de la localidad significa «aguas mezcladas» ya que allí confluyen dos ríos: Valcarce y Balboa.



Continuamos por el arcén atravesando VEGA DE VALCARCE, un núcleo de población grande con todos los servicios, y posteriormente RUITELÁN. Se alternan los bosques de castaños, las casitas con tejados de pizarra, los cultivos y los prados donde pastan tranquilamente las vacas de carne.


Continuamos un poco más hasta HERRERÍAS en el kilómetro 20,1. El pueblo, llamado así por su principal actividad histórica, se encuentra justo en la base del puerto de montaña. A partir de aquí empezará el ascenso duro y la pendiente se hará pronunciada, pues todavía falta por cubrir la mayor parte del desnivel desde Villafranca (500 metros de altura) hasta O Cebreiro (1296 metros).


Tomamos un almuerzo rápido a base de Coca-cola y pincho de tortilla de patata en el único bar abierto de Herrerías (gracias a Dios), donde la chica es majísima y compensa lo del desayuno.
Una fila de mochilas y bastones esperan apoyados sobre la pared de madera del bar. Entre sus propietarios conocemos a un alemán y a una mujer de Bután («Yes! Yes! I’m from Butan! I’m the first one, and I’ll probably be the last!») que llevan a sus espaldas un mes como peregrinos. Con marcado entusiasmo la butanesa nos ofrece chocolate Toblerone («Toblerouna? Nobody wants Toblerouna?») y sigue su camino con ritmo marcado sin parar de hablar. Menuda energía da el Toblerone.

Atendiendo a los mojones indicativos comenzamos una subida constante, sin prisa pero sin pausa, zigzagueando entre la montaña. Dejamos atrás los pastizales de montaña, los cultivos de berzas y la compañía esporádica de caballos, gallinas, perros y gatos; para adentrarnos en bosques otoñales de castaños y robles.
Hace bastante sol y nos vamos quitando capas progresivamente; en verano esta etapa tiene que ser durísima. Durante la subida conocemos a más peregrinos; uno de ellos un zaragozano que resulta que tiene familia en Sangarrén, pequeño pueblo de Huesca donde yo también tengo ascendencia (cómo cundimos los aragoneses…).

El kilómetro 23,5 nos conduce a LA FABA, un pueblo situado en medio de la montaña donde podremos llenar las botellas de agua en una fuente y admirar unas panorámicas del valle. Se nota que La Faba invita al descanso porque allí coincidimos con muchísimos peregrinos de variadas nacionalidades.
Dejamos atrás los bosques para adentrarnos en zona abierta de pastizales, donde reaparecen las vacas y un burro curioso y sociable que bautizamos como Problemas. Sin la sombra de los árboles y siendo las 3 de la tarde el sol nos castiga más que en todo el día; ya vamos en manga corta. Hay que decir que estamos agotados pero que las panorámicas de la etapa son espectaculares. La pendiente comienza a suavizar.

Conocemos a Ignacio, un barcelonés que empezó el Camino en Roncesvalles, llevando recorridos ya unos 600 kilómetros. Como nos ve disneicos y fatigados, nos infunde ánimo y nos dice que los primeros días son los peores, que luego el umbral del dolor desaparece y no notas ni la mochila ni el dolor de pies. Llegó a hacer una admirable etapa de ¡¡47 kilómetros en un día!!, que a nosotros se nos antoja utópica (pero nos dice que fue en llano y que se está cansando más en la de hoy).
Finalmente llegamos a LAGUNA DE CASTILLA (kilómetro 25,9), el último pueblo del Bierzo y por tanto de Castilla y León. Paramos a descansar en el Bar La Escuela, donde reponemos fuerzas con unos zumos de naranja y unas tapas de lacón que nos devuelven un poco a la vida. Celíacos, pedidla sin pan. Tienen cerveza de la marca «El Camino» para los no-celíacos. Aquí volvemos a coincidir con muchos de los peregrinos a los que nos hemos cruzado a lo largo del día, y nos informan de que esta noche va a nevar en O Cebreiro.

Haciendo acopio de nuestras últimas fuerzas volvemos a cargar con el peso y seguimos. El sol sigue pegando fuerte y yo me pongo crema de sol; al momento el cielo se nubla y empieza a lloviznar. Perfeito. La subida es ya menos pronunciada (y menos mal, porque estamos reventados).
Echamos un Abecedario y nos plantamos frente al mojón que indica la entrada a Lugo (Galicia) y 152 km hasta Santiago (probablemente el mojón más bonito del Caminho).

El cielo nublado y la brisa suave son clementes con nosotros y nos ayudan a completar el empujón final, en el que recorremos lo que nos queda con unas magníficas vistas al valle. Unos kilómetros antes de O Cebreiro nos encontramos con la estatua «Gaiteiro» en referencia a una leyenda medieval que habla de un peregrino alemán que se perdió en las montañas y pudo llegar guiado por el sonido de una gaita; y casi a la entrada del pueblo el Monumento a la Peregrina.

Parecía que no, pero… ¡Llegamos! O CEBREIRO es una pequeña aldea en medio de la montaña, a 1300 metros de altitud, cuyos primeros habitantes se dedicaban al pastoreo. Su ubicación recóndita, su historia y las viviendas prerromanas conservadas desde tiempos inmemoriales (antes de Cristo), lo convierten en uno de los pueblos más icónicos del Camino.

En la actualidad viven muy pocos habitantes y casi todo el pueblo está destinado a los peregrinos, con restaurantes y albergues. Llegamos sobre las 5 de la tarde, hacemos el check-in en la tienda de souvenirs (pues su propietario, ponferradino y súper amable, es nuestro casero) y nos regala unas conchas para las mochilas. Ahora nos sentimos un poco más peregrinos. También nos confirma que va a nevar por la noche y que a ver cómo de transitable está el Camino mañana, pero que en principio no habrá problema.
- Casa Navarro (O Cebreiro): 22,5€/persona. Se puede pagar con tarjeta. Pillamos dos habitaciones dobles. Seguramente haya opciones de albergue más baratas pero nos sentó de maravilla el descanso.
Dejamos las cosas en el hostal y salimos a tomar un reconfortante caldo de berzas y patatas en el Mesón de Antón, que a lo tonto no hemos comido. El cuerpo nos pide ingerir más pero decidimos guardar hambre para la cena. El camarero es más majo que las pesetas y coincidimos de nuevo con otros tantos peregrinos que descansan de la jornada entre el jolgorio y la cerveza. O Cebreiro parece un festival de mochileros y ya nos vamos conociendo las caras.
Mesón de Antón (O Cebreiro): Tienen carta de alérgenos y cerveza sin gluten. Muy recomendable.

Disfrutando después de tener nuestros culos quietos por un rato, asistimos a la famosa Misa del Peregrino en la IGLESIA DE SANTA MARÍA DO CEBREIRO, edificación construida en el siglo IX debido a la gran afluencia de peregrinos.
Esta Iglesia supuestamente guarda el Santo Grial, la copa utilizada por Jesucristo durante la última cena. Se dice que Isabel la Católica no quiso dejar tal reliquia en este pueblo perdido de la mano de Dos, pero cuando trató de llevársela sus caballos se negaron a irse de O Cebreiro y allí se quedó (aunque no es el único sitio que jura tener el Santo Grial).
Las misas de Fray Paco, el cura de O Cebreiro, son famosas entre los peregrinos. De nosotros, la única devota que aguanta hasta el final de la ceremonia es Influencer a la Fuga, quien recibe una piedrecita sagrada del caminante y se entera de cosas interesantes, como que el antiguo cura, llamado Elías Valiña, fue un importante impulsor del Camino en el siglo XX pintando las famosas flechas amarillas del Camino Francés.

Llaman mucho la atención las pallozas de O Cebreiro, viviendas celtas de la Edad del Hierro (siglos VIII a I a.C.) de estructura circular que estuvieron habitadas hasta mediados del siglo XX, cuando el pueblo comenzó a estar más comunicado y entraron nuevos materiales. Sus tejados están hechos de paja de centeno seca (no aptos para celíacos). La ausencia de ventanas y la capacidad aislante del centeno las convertía en una excelente construcción para combatir el frío.

Lo que está claro es que las construcciones del pueblo y su ubicación lo convierten en uno de los lugares más mágicos y místicos del Camino. Comienza a llover, me escapo a hacer unas fotos entre la niebla y finalmente nos damos una reconfortante ducha calentita antes de salir a cenar.
Cenamos en el único sitio abierto, que en su pasado fue prisión y ayuntamiento: el Hotel Restaurante O Cebreiro. Está repleto de peregrinos bebiendo jarras de cerveza con alegría para compensar el cansancio de la jornada.
Hotel Restaurante O Cebreiro: Ofrecen Menú del Peregrino por 12€. ¡Así sí! Caldo gallego (había también sopa de ajo, con gluten), huevos con bacon y patatas, y queso de Cebreiro (Denominación de Origen, obligatorio probarlo) con membrillo o miel.

Satisfechos y exhaustos, nos dejamos hundir en las sábanas blancas acolchaditas mientras el frío se apodera de O Cebreiro y empieza a nevar. A partir de mañana caminamos sobre mojado, pero como dice el refranero del Camino: «La lluvia de la mañana no detiene al Peregrino» (y la nieve tampoco).
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>> Etapa 3. De O CEBREIRO a TRIACASTELA. La gran nevada y los castañeiros centenarios.