CAMINO DE SANTIAGO · Días 1-2 de 10
Etapa 1: De Ponferrada a Villafranca del Bierzo (24,1 km)
[19 Noviembre 2021]
Nos encontramos con nuestros amigos benidormenses a las 8 de la mañana en la estación de autobuses de Madrid, Moncloa (a donde habíamos llegado el día previo desde Zaragoza), cargados con una gran sonrisa y unos mochilones de caminantes con todo lo necesario para la vida del peregrino.

Tras recorrernos la estación de cabo a rabo y tomarnos un café, llegamos a nuestra dársena. Transcurren 15 minutos de espera y, tras hablar con otras personas en la cola, sufrimos un pequeño microinfarto cuando por un momento pensamos que el bus ha salido sin enterarnos, pero no; solo viene con retraso. Finalmente el autobús llega (suspiros de alivio) y a las 12:50 horas llegamos a nuestro punto de partida: Ponferrada.

Estamos emocionados y enérgicos, y con una gran sonrisa entre oreja y oreja nos plantamos en nuestro primer alojamiento: Albergue Alea. Así nos iniciamos en lo que se convertiría en nuestro día a día: sellar las credenciales (¡primer sello!), dejar las mochilas en el cuarto y a pasear.
- Albergue Alea (Ponferrada): 15€/persona. Nos deja una habitación grande para nosotros cuatro debido al COVID. Obligatorio en efectivo.
Nuestro Camino de Santiago empezaría al día siguiente, pues el plan de hoy es dejarnos guiar por Fran, periodista ponferradino y amigo de la infancia de Marcos, para que nos enseñe los tesoros escondidos de la ciudad. Así es como Fran, ponferradino como ninguno y amante de la cultura local (aunque, se lamenta, mucha gente joven se va fuera porque la oferta sociocultural no es suficiente), nos va regalando píldoras históricas mientras nos lleva de tapas y cañas.

El origen de PONFERRADA se sitúa en el siglo XI, cuando el Obispo Osmundo de Astorga mandó construir un puente sobre el río Sil para facilitar el paso de los peregrinos que hacían el Camino de Santiago. Este puente estaba reforzado con hierro, y posteriormente daría nombre a la ciudad: Puente de Hierro o Pons-Ferrata. El puente se convirtió en un punto álgido de tránsito y a ambos lados del río comenzaron a levantarse edificaciones, consolidando un núcleo de población.


Entre los siglos XII y XIV comienza a construirse una fortificación que acabaría dando lugar al CASTILLO DE LOS TEMPLARIOS de Ponferrada y a las murallas. El nombre se debe a que allí vivían los caballeros templarios que defendían a los peregrinos en tiempos convulsos.
A lo largo del siglo XV el Castillo cambió de manos entre personajes históricos tan ilustres como el Conde de Lemos o los mismísimos Reyes Católicos. Se dieron fuertes disputas entre los herederos del Conde de Lemos, así que tuvieron que intervenir los Reyes Católicos. Estos adjudicaron la ciudad a Juana Osorio (segunda hija del Conde) en lugar de a Rodrigo (su nieto bastardo). Rodrigo se negó y se atrincheró en el Castillo, obligando a los Reyes a recuperarlo con artillería pesada y miles de soldados.

Durante el siglo XIX el Castillo sufrió un gran declive, y se dice que hasta se vendieron sus piedras para evitar que lo tomaran los franceses (recordemos la engañifa de Napoleón de entrar a España para supuestamente conquistar Portugal…). No tiene las dimensiones de otros castillos como el de Loarre (Huesca) o el de Olite (Navarra), pero visualmente es un castillo de cuento con su puente levadizo, su foso y sus almenas.

Nosotros no llegamos a visitar el interior porque estaban a media hora de cerrar y la mujer que vendía los tíckets nos recomendó dejarlo para otro día. Todos los años en julio se celebran varios días de Noche Templaria, en los que se despliegan recreaciones históricas de teatro, mercadillos, degustaciones, talleres… Yo me lo imagino como las fiestas medievales de Teruel.

Y así transcurre nuestro primer día: en cada sitio que pides caña te ponen tapa. Recomendable el Bar Malacaña para celíacos, que te adaptan algunas tapas con pan sin gluten. Una tapa muy típica de Ponferrada es el chicho, una especie de carne picada con pimentón y patatas. Acabamos la jornada en el Bar Coherencia, donde se está celebrando un concierto del Pez Mago (cantautor madrileño que anima bastante el local). Los quesos-tapa del local están para chuparse los dedos.
Sobre las 12 estamos ya en las camas del albergue. Piernas y pies, prepárense que vienen curvas.
[20 Noviembre 2021]
Nuestro primer día del Camino Francés incluye 24,1 kilómetros desde Ponferrada hasta Villafranca del Bierzo. Vaselina en los pies, calcetines, botas, bastones, bien abrigados y mochila arriba.
Después de echar un café rápido para espabilarnos, empezamos a caminar joviales y «frescos como una patata», como dice Marcos mientras nos insiste en lo bonita que es su tierra natal y nos advierte de que no degustaremos un pulpo tan rico como el de allí en lo que queda de nuestras vidas.
Nos despedimos de Ponferrada dejando atrás una antigua central térmica de carbón (León siempre ha sido de las principales productoras carboníferas de España hasta la normativa impuesta en 2020 por la Unión Europea para reducir la contaminación atmosférica).

Nos vamos espabilando entre viñedos y los cantos de unos petirrojos, carboneros y cuervos madrugadores. Las ovejas y vacas pastan en los prados mañaneros, el aire nos refresca, hace buen día… La gente nos levanta el brazo con el clásico saludo al peregrino «¡Buen camino!».
Otro saludo típico entre caminantes es «Ultreia!» que viene a significar «¡Animo, sigue adelante!», y lo normal es contestar «Et suseia!» que sería como decir «¡Y más allá!».

Con el primer mojón indicativo de 210 kilómetros hasta Santiago, nos hacemos una foto más felices que para qué. Al principio se nos hace pesado sacar guantes, meter gorro, me quito una capa, me pongo otra; pero todo es acostumbrarse a la mochila.
A los 10 kilómetros atravesamos CAMPONARAYA, donde un cura majísimo con una sonrisa entre oreja y oreja, nos viene al encuentro al saludo de: «¿Pero cómo no vais a parar aquí, peregrinos, a que os ponga un sello de la Parroquia de San Ildefonso de Camponaraya?».
Bueno, pues casualidades de la vida, este señor cura que se llama Alberto, comulgó a Marcos hace un par de décadas y conoce a su tía de toda la vida. Y tiene un canal de divulgación local en YouTube llamado «El Rincón del Cura», que no tiene desperdicio. Si todos los párrocos fueran así tendrían más adeptos jóvenes.

Nos despedimos de Alberto y paramos a desayunar en el Bar «Las Eras», que a lo tonto hemos caminado casi la mitad y ni hemos probado bocado. Es un local muy cuco cuyo dueño es el antiguo entrenador de fútbol de Marcos, total protagonista de hoy. Nos pedimos cafés y tostadas, y aún saca un bizcocho cortesía de la casa (con gluten). Eso sí, servicio impecable para celíacos: me pone dos tostadas que ocupan lo mismo que una normal, cosa que no hacen en otros sitios.
Las Eras (Camponaraya): Muchísimas tostadas aptas para celíacos. La de aguacate, jamón, queso y huevo para chuparse los dedos.

Con las pilas cargadas y la alegría de quien ha desayunado bien después de un rato pasando hambre, retomamos el Caminho. Vides, madroños, robles y encinas nos van abriendo el paisaje típico de El Bierzo. Estamos en temporada baja y apenas nos cruzamos a un par de peregrinos aparte de nosotros.



El primer núcleo «grande» que atravesamos es CACABELOS, con casi 5.000 habitantes. Aquí se enfrentaron los ingleses (del lado de los españoles) contra los franceses liderados por Napoleón Bonaparte en la Batalla de Cacabelos en 1808 (Guerra de la Independencia Española).

Entramos a el bar La Moncloa, ubicado en una especie de patio interior, donde reponemos fuerzas con cañas (hay, por supuesto, Estrella Galicia sin gluten) y aceitunas (y para los no celíacos, empanada). En el Camino de Santiago cada bocado se agradece como si no hubieras comido nada en tres días.



Cruzamos el puente sobre el río Cúa y antes de salir de la villa nos topamos con el Santuario de la Quinta Angustia, cerca de un albergue de peregrinos. Vamos por el kilómetro 18 y comienza un tramo bastante pesado de caminar por el arcén, cuesta arriba y con bastante solana.


El cansancio del primer día y el hambre hacen que los últimos kilómetros se nos pasen muy lentos, pero sobre las 3 y media de la tarde nos plantamos en nuestro destino: VILLAFRANCA DEL BIERZO. ¡Primer día superado! En mi caso con los hombros destrozados, pero de todo se aprende: la mochila hay que ajustarla con fuerza al pecho y a la cintura.

La entrada a Villafranca no pasa desapercibida, pues nos recibe la llamativa IGLESIA DEL SANTO APÓSTOL del siglo XVIII. Algo curioso es que esta Iglesia es la única del Camino que tiene una Puerta del Perdón como la Catedral de Santiago de Compostela, para que los peregrinos que no consigan llegar a Santiago también tengan el perdón del apóstol.

Nos vamos dejando descender por la villa hasta llegar al Albergue La Piedra, donde hacemos el check-in, nos sellan las credenciales y descargamos, agradecidos, el peso de nuestras espaldas. La mujer nos cuesta que ella y su marido son de Madrid, pero se enamoraron del lugar haciendo el Camino de Santiago y allí se quedaron a vivir.
- Albergue La Piedra (Villafranca del Bierzo): 15€/persona. Cada alojamiento tiene sus normas: en este es obligatorio descalzarse y dejar junto a la recepción las botas y los bastones. Las habitaciones son espaciosas y en nuestro caso solo para cuatro personas.

Por todo el Bierzo destacan sus clásicos tejados negros de pizarra, típicos de la región. España es el principal productor de pizarra a nivel mundial, y su producción se concentra especialmente en Galicia y alrededores.

El día soleado y los colores del otoño nos conceden unas fotos de postal y se nos olvidan (bueno, se ME olvidan) momentáneamente el cansancio y el hambre, pero tampoco por mucho tiempo. Paramos a comer en el restaurante de al lado, que son casi las 4 de la tarde y no estamos para elegir.

Hostal Restaurante El Guardia (Villafranca del Bierzo): No hay menú del peregrino, el que tienen sale a 25€/persona. Nosotros pedimos platos sueltos. Hay pan congelado sin gluten.
El resto del día transcurre sin darnos cuenta casi. Damos un paseo relajante por Villafranca para aprovechar las últimas horas de luz. Obligatorio cambiarse de calzado o incluso ir en chanclas (si no sois frioleros) para airear los pies. Este pueblo medieval tiene mucho encanto con su río, su suelo enlosado, sus balcones florales, sus bosques otoñales, sus gatos…

Cosas que hay que ver (sin casi fotos porque me dejé la cámara en el albergue y a lo que volvimos ya era de noche):
- VIADUCTO FUENTE QUINTANO: Puente medieval sobre el río Burbia con bonitas vistas al Bierzo, flanqueado por una estatua de piedra del Apóstol Santiago.
- Calle del Agua: Casas señoriales con escudos de nobles y palacios.
- JARDÍN DE LA ALAMEDA: Precioso y muy bien cuidado. Al lado están la imponente Iglesia de San Nicolás el Real (barroca, siglo XVII) y la Oficina de Turismo donde nos dan un mapa y nos ponen sellitos.
- COLEGIATA DE SANTA MARÍA: Espectacular monasterio benedictino del siglo XVI que hospedaba a los peregrinos. .
- Castillo-Palacio de los Marqueses de Villafranca: Del año 1515, no puede visitarse su interior.
- Plaza Mayor y Ayuntamiento: Hay terrazas y cajeros, por si necesitáis sacar money.
Nos damos una ducha, un poco de réflex en las zonas doloridas (los primeros días se tiene más percepción de molestia, luego te adaptas), ponemos lavadora y secadora en el albergue (5€) y acabamos merendando-cenando de tapas y cervezas. Ningún problema para encontrar cosas sin gluten.

Habíamos hablado de echar unas cartas pero a las 10 de la noche ya estamos en la cama, exhaustos y desarrollando un nuevo respeto por la horizontalidad, y sería así todos los días del Camino. Ya nos hemos adaptado al «horario del peregrino» (excepto para las comidas, pues se supone que el verdadero peregrino come a las 12 y cena a las 19).
Al día siguiente nos espera la etapa más dura de todas, con 29 kilómetros de distancia y casi 1.000 de desnivel. ¡A dormir!
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>> Etapa 2. De VILLAFRANCA DEL BIERZO a O CEBREIRO. Cuestas infinitas, pallozas y la Santa Compaña.