CANTABRIA · Días 2-3 de 6
BOSQUE DE SECUOYAS, COMILLAS, SANTILLANA DEL MAR Y COSTA QUEBRADA
[24 Agosto 2020]
Empezamos el día desayunando en un bar de carretera de camino a la primera parada del día. Para no arriesgarme en los desayunos en sitios desconocidos o sin referencias siempre llevo cosas sin gluten (bocatas, fruta, galletas) para acompañar el café y el zumo, y así no arriesgar la contaminación cruzada.
Más espabilados y con el estómago lleno llegamos al BOSQUE DE SECUOYAS DEL MONTE CABEZÓN, con aparcamiento gratuito a ambos lados de la carretera.

Las secuoyas son árboles gigantescos típicos de California, en la costa oeste de los EEUU. Los que hay en Cantabria fueron plantados en 1940, durante el franquismo, para abastecer a la industria maderera de forma rápida sin depender de importaciones externas. Para cuando se pudieron talar, su madera ya no interesaba así que ahí se quedaron.

- BOSQUE DE SECUOYAS
- Se puede aparcar a ambos lados de la carretera.
- Hay un paseo circular que merece la pena hacer a primera hora para disfrutarlo con calma y en silencio. Aproximadamente una hora.
Algunas secuoyas alcanzan los 40 metros de altura. Sus parientes en California superan los 100 metros de altura y hasta 8 metros de diámetro en la base, y pueden vivir entre 2000 y 3000 años.

Segunda parada: COMILLAS, «la villa de los arzobispos». Este municipio estuvo muy de moda entre la nobleza española como lugar de veraneo. Como dato curioso, Comillas fue capital de España durante 1 día (en 1881, cuando Alfonso XII decidió reunir allí a su Consejo de Ministros).

Después de recorrer varias veces los parking céntricos y verificar que están repletos, acabamos aparcando en una rampa en lo alto de Comillas, cerca del cementerio, que por cierto tiene una presencia impresionante. Acto seguido vamos al punto más turístico de Comillas, el CAPRICHO DE GAUDÍ, saltándonos la cola gracias a que cogimos las entradas con antelación.

Este edificio modernista fue diseñado por el archiconocido Gaudí, y se construyó a una velocidad récord entre 1883 y 1885. El edificio concilia la arquitectura gótica y mudéjar, y está repleto de referencias naturalistas y musicales. Muy recomendable la visita guiada.
- EL CAPRICHO DE GAUDÍ
- Precio: 7€/persona; si es con visita guiada 10€/persona a no ser que pilléis una oferta de visita gratuita como nosotros.
El exótico proyecto fue encargado por un abogado soltero llamado Máximo Díaz de Quijano que hizo fortuna en América y que era amante de la música y de la botánica; de ahí la decoración minuciosa y detallista. Hay incluso una sala (que pretendía ser la sala de fiestas) que hace las veces de caja de resonancia. Digo «pretendía» porque Máximo falleció a los pocos días de alojarse en su nueva casa.

Muy cerca del Capricho encontramos la CAPILLA-PANTEÓN DE SOBRELLANO y el PALACIO DE SOBRELLANO. Ambos edificios neogóticos y bastante imponentes, fueron encargados por el Marqués de Comillas y construidos por el arquitecto catalán Martorell a finales del siglo XIX.

Primero se construyó el Panteón y después el Palacio, concebido como residencia familiar de veraneo. Por cierto, el Palacio fue el primer edificio de España en poseer luz eléctrica, pues el Marqués mandó instalarlo para la visita de Alfonso XII, que al final tuvo que alojarse en otro sitio porque no estaba terminado (y para empeorar su suerte, el Marqués fallecería antes de verlo inaugurado).

En ese punto nuestros estómagos apremian y buscamos un sitio gluten-free para comer. Nos alejamos de los puntos más céntricos y masificados; tras callejear un rato acabamos en La Cuestuca.
La Cuestuca (Comillas): No tienen carta específica pero el personal está bien informado sobre alérgenos, celiaquía y el tema de cocinar aparte.
Influencer se pide un cocido montañés (no apto para celíacos, llevaba harina para espesar) y unas sardinas; yo un risotto y lubina.
Continuamos nuestra ruta hasta SANTILLANA DEL MAR, popularmente conocida como «la villa de las tres mentiras» porque ni es santa, ni es llana, ni tiene mar.

Santillana es considerado uno de los pueblos más bonitos de España. Aparcamos al lado del Centro de Información y nos dejamos perder por las calles empedradas de este pueblo medieval.
- Parking CENTRO DE INFORMACIÓN (Santillana)
- Precio: 2€ todo el día. Ojito, no aparcar allí si llueve porque se inunda.

El monumento más llamativo es la COLEGIATA DE SANTA JULIANA, edifico románico del siglo XII cuyo origen se atribuye a unos monjes que trajeron los restos de la santa y mártir Santa Juliana de Bitinia («Sancta Luliana», cuya contracción da nombre a Santillana), perseguida y torturada por el emperador romano Diocleciano hasta su muerte en el año 304. No visitamos su interior pero tiene que ser interesante.

En torno a la Colegiata se fue desarrollando el resto de la villa medieval. Gracias al apoyo de la nobleza y a las donaciones hechas por los Reyes de Castilla, fue ganando poderío económico y también cultural al formar parte del Camino de Santiago. Acabamos nuestro paseo en la pintoresca PLAZA MAYOR, donde antaño se desplegaba el mercado.

Antes de irnos nos hacemos amigos de este simpático téckel que va por ahí poniendo ojitos para que gente lo rasque (con mucho éxito); y después pasamos por Confitería las Quintas, una repostería donde se pueden comprar los famosos sobaos cántabros aptos para celíacos entre muchas otras cosas artesanales sin gluten.
Queríamos visitar el Museo de las Cuevas de Altamira pero en el Centro de Información nos dicen que mejor ir a primera hora para asegurar la entrada, así que lo dejamos para otro día.
Paradas obligatorias para celíacos en Santillana:
– Confitería las Quintas (sobaos sin gluten)
– El Pasaje de los Nobles (restaurante con la carta 100% para celíacos)

Finalizamos el día en una de las playas de COSTA QUEBRADA, cerca de Liencres. La elegida es la PLAYA DE CANALLAVE, donde nos relajamos leyendo y disfrutamos de un atardecer espectacular entre las caprichosas formaciones geológicas. Al principio está a reventar de gente pero poco a poco nos vamos quedando solos.



Cenamos en Restaurante Casa Carlos (Liencres) unas raciones de pulpo, zamburiñas y chuletas de ternera cántabra.
Casa Carlos (Liencres): Todo rico y bien informados sobre intolerancias, aunque las raciones en nuestra opinión algo pequeñas.
¡Al sobre!
[25 Agosto 2020]
El día de hoy nos lo tomamos con mucha, mucha calma.
Desayunamos en el hotel y ponemos rumbo de nuevo hacia la playa de Canallave para tomar una clase de surf, ya que se nos pusieron los dientes largos con la fama de las aguas cántabras.
- SURF EN PLAYA CANALLAVE
- Precio: Por 30€/cabeza te dan un neopreno, tabla de surf y una clase de unas dos horillas. Si solo necesitas alquilar el material cuesta 10 o 15€.
Al principio nos asustamos un poco porque estamos absolutamente rodeados por niños surfers, pero nos acaba saliendo bien la jugada porque un profesor muy majo llamado Manu nos da una clase particular solo a nosotros dos. Cómo situarse en la tabla, cómo jugar con el cuerpo para equilibrarse, cómo anticiparse a las olas, regular o goofy…
Sorprendentemente se me da mejor de lo esperado teniendo en cuenta mis nulas dotes de equilibrio en la vida diaria, y aún pillo unas cuantas olas de pie; lamentablemente no hay fotos que lo demuestren. Bastante mejor que mi primera experiencia surfer en Lima (2015), cuando solo hice que tragar agua con sal.
Reventados y deshidratados después de unas dos horas en el agua nos damos el lujo de comer en El Rincón de la Canal. El señor muy amablemente nos ofrece adaptar cualquier menú a mi celiaquía y nos acaba sacando unas rabas de calamar rebozadas en pan de maíz, una ensalada de bonito, arroz con bogavante y mousse de limón. ¡Ah, y pan sin gluten! (primer sitio en Cantabria donde lo encontramos).

El Rincón de la Canal (Soto de la Marina): Súper recomendado para celíacos y para todo el mundo. El precio de los menús rondaba los 20-30€/cabeza pero la calidad y la cantidad lo merecen, de vez en cuando hay que darse algún capricho.
Por la tarde nos relajamos en la PLAYA DE SAN JUAN DE LA CANAL, que como todo en agosto se encuentra bastante masificada. Conseguimos dejar el coche en la parte alta del pueblo y evitar así el pago a los «aparcamientos» que improvisan algunos habitantes en los terrenos de sus fincas. Conforme atardece el lugar se va vaciando y se disfruta mucho mejor del sonido de las olas y de la brisa marina.

Finalizamos el día cenando en La Farola, otro sitio que recomiendo para celíacos. Una tabla de quesos cántabros (el queso nos puede), zamburiñas, parrillada de verduras y mejillones al vapor.
La Farola (Soto de la Marina). Bien informados y variedad. También tienen pan sin gluten, pero no cerveza. Muy rico y barato.

¡A la cama! Este día de descanso y chill’out nos ha permitido ahorrar fuerzas para mañana que nos levantamos a las 5 am rumbo hacia los Picos de Europa.
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