PORTUGAL · Día 6 de 6 · OPORTO
[18 Julio 2019]
¡Último día en Portugal!
Lo primero que hacemos es pasear hasta el centro histórico y comprar entradas para la Librería Lello en un local a la izquierda de la misma librería. A primera hora de la mañana ya hay masificaciones. Hacemos unos 20 minutos de cola y la entrada cuesta 5€/persona, que te descuentan de un libro si lo compras. No sabemos en qué momento del día vamos a ir pero con las entradas compradas, una cola menos (nos enteramos después de que también se puede por Internet).

Con las entradas compradas, retrocedemos un poco en nuestro recorrido para desayunar contundentemente en el «Com Cuore», ubicado en una plaza muy tranquila, en pleno centro pero alejada del bullicio.
Com Cuore (Oporto), recomendadísimo para desayunos celíacos; hay dulce y salado, con bastante variedad para elegir. Eso sí, no se puede pagar con tarjeta. Yo estaba en el paraíso.
Después nos dirigimos a la TORRE DOS CLÉRIGOS, construida en el siglo XVIII como parte de la Iglesia del mismo nombre, de estilo barroco. Con más de 75 metros de altura, es uno de los símbolos de la ciudad y tiene unas vistas panorámicas brutales. Fue el edificio más alto de Portugal hasta 1998. Fue construida en lo que fue el Cerro de los Aforcados, donde se llevaban a cabo las penas de muerte.

- TORRE DOS CLÉRIGOS
- Precio: 5€/persona.
- Duración: Se ve rápido (tanto como uno quiera entretenerse), pero preparaos para esperar porque hay cola.
Para variar, cuando llegamos se nos informa de que hay 45 minutos de cola, que por suerte acaban siendo unos 20 minutos. Hay regulación de la gente que sube y baja debido a la estrecha escalera en espiral desde la que se accede a la torre. Una vez arriba, hay un pasillo circular que concede una panorámica de 360º de Porto; vistas preciosas, pero espacio masificado.

Cuando nos cansamos de las bonitas vistas (y de la gente) nos dedicamos de lleno a la ardua tarea de descender por los más de 240 escalones que nos separan del suelo portuense. Para no colisionar con otros turistas nos vemos obligados a fundirnos con la pared y a maniobrar en plan Twister un par de veces.
Una vez en tierra firme nos dirigimos hacia la LIBRERÍA LELLO, considerada por muchos como la más bonita del mundo y el punto turístico Nº1 de la ciudad. Como hemos dicho, suele haber unas colas que escapan a los ojos pero tenemos un golpe de suerte utópico y entramos nada más llegar. Eso sí, el interior es otro cantar, pues hay tal concentración de gente que parece mentira que te encuentres en una librería. Lo que no se puede negar es que el lugar es precioso, con estanterías de cuento y libros icónicos en una gran variedad de idiomas.
- LIBRERÍA LELLO
- Precio: 5€/persona. Si compráis un libro, os lo descuentan (bonita iniciativa).
- Consejo: Comprar entrada por Internet y así os ahorráis una cola. ¡Ah! No se pueden entrar mochilas, hay que dejarlas en una taquilla.

Este lugar inspiró a J.K.Rowling, que como ya sabemos vivió en Porto durante un tiempo, para diseñar la librería del callejón Diagon en la saga de Harry Potter; aunque no es cierto que se haya grabado ninguna escena en la librería. Esta es la principal razón de su popularidad.
Pese a lo que mucha gente cree, los propietarios no son unos aprovechados del turismo: según nos contaron en el Freetour, el lugar pertenece a una familia muy concienciada con la recuperación de libros clásicos y la promoción de la literatura como patrimonio cultural. Es por ello que el precio por la entrada surgió hace pocos años debido a la afluencia de gente.

Cuando salimos de la librería nuestros estómagos nos avisan de la hora de comer. Siguiendo las recomendaciones de James decidimos ir al Brasao. Primero probamos en el de Aliados, pero no queda sitio así que nos acercamos al de la Rua de Passos Manuel, donde quedamos encantados. El Brasao es famoso entre portuenses por ofrecer las francesinhas más ricas de Porto (no hay sin gluten). Este plato viene a ser un sándwich con jamón, salchicha y otras carnes, queso, huevo, acompañado de patatas fritas y bañado en una salsa picante. En definitiva, una bomba que Influencer a la Fuga no fue capaz de acabarse pese a haber pedido media.

Dado que la Francesinha no es apta para celíacos yo me pedí un Pica Pau, otro plato tradicional portugués consistente en carne de diversos tipos acompañada de queso y una salsa un poco picante. Su nombre significa «pájaro carpintero», deduzco que porque es un buen plato para picotear si se comparte.
El Brasao (Oporto) está informado en materia de intolerancias alimenticias, la comida es abundante y el personal muy amable; por 30€ nos ponemos las botas. De todos modos, si algún celíaco quiere probar la Francesinha puede ir a la Tasquinha do Bé (si tiene más suerte que yo y no lo encuentra cerrado).

Si antes nuestras tripas se quejaban de hambre, ahora están tan repletas que caminar bajo el sol de media tarde es una tortura necesaria para bajar la comida. Cuesta arriba y cuesta abajo llegamos a la bonita IGLESIA DE SAN ILDEFONSO. Construida a inicios del siglo XVIII, tiene una fachada de azulejos que le confiere ese carácter tan diferenciado y auténtico de la arquitectura portuguesa.
Como ya nos hemos dejado perder unas cuantas veces por las calles del centro histórico de Oporto, decidimos pasar nuestra última tarde en las playas de FOZ DE DOURO, una zona anexa a Oporto situada justo en la desembocadura del río Duero en el Atlántico.
Se puede llegar en el Bus 500 o el Tranvía Nº1. Después de esperar 20 minutos (y que Google Maps nos diga que han pasado dos buses durante nuestra espera) decidimos coger un taxi y justo después llega el Bus 500. #lahistoriadenuestravida #pringuers

El destino elegido es la PRAIA DOS INGLESES. Muy tranquila, con poca gente y eso sí, bastante viento. Mis esperanzas de baño en Porto se van al traste cuando meto las piernas en el Atlántico. «Copón, qué fría». Nos tumbamos en una zona resguardada del viento y pasamos la tarde entre los centenares de gaviotas que tienen colonizada la playa.

La playa está muy tranquila. Leemos, descansamos y paseamos hasta el FARO DE LAS FELGUEIRAS, situado justo a nivel de la desembocadura del Duero en el océano. Las olas del Atlántico son traicioneras, y lo digo con conocimiento de causa. Cuando cruzamos la plataforma que lleva desde la playa hasta el faro, una ola potente cae sobre nosotros, dejándonos empapados (chipiaos, que diríamos en Aragón).

El Faro de las Felgueiras tiene toda la pinta de ser un buen lugar para ver atardeceres pero no queremos renunciar otra vez a nuestra cita con el Puente Luis I, así que retomamos el bus rumbo hacia Porto. Una vez en el puente, nos asombramos de la ingente cantidad de gente que se ha congregado en Vila Nova de Gaia para presenciar el anaranjado atardecer sobre Porto.

A diferencia de la mayoría de muchedumbres que nos hemos encontrado en Portugal en julio, en esta reunión predomina el silencio. Todo el puente y las colinas periféricas con buenas vistas están repletas de gente con cámara o incluso con copas, pero a nivel general reina una calma respetuosa con el momento. Los graznidos de las gaviotas se hacen oír por encima de nosotros mientras vuelan cortando el cielo con sus siluetas. Cuando se pone el sol, se escucha un aplauso generalizado.

Los rumores eran ciertos: los atardeceres desde el Puente Luis I son espectaculares. Acabamos el día cenando en el restaurante O Rápido, cerquísima de donde habíamos cenado el día anterior.
O Rápido (Oporto): No tienen carta específica para celíacos pero están bien informados. Obligatoria la tabla de queijos.
Cenamos una ensalada, una tabla de queijos (brutal), unas sardinas y —cómo no, para acabar bien nuestra estancia portuguesa— un bacalao «O Rápido». Recomendamos no venirse tan arriba con los platos, que estábamos tan saciados que no pudimos con el bacalao.

Nos despedimos de la noche portuense y regresamos al apartamento. Al día siguiente volveríamos a la cafetería-pastelería Padeirinha Doce para desayunar y abastecernos de Pasteles de Belém (con gluten) para nuestros familiares, antes de ir al aeropuerto y dar por concluida nuestra estancia en el país luso.
PD: La única opción que encontré sin gluten en el aeropuerto de Lisboa, a julio de 2019, fue una ensalada insulsa envasada por unos 4€; tampoco en McDonald’s a diferencia de las opciones celíacas que ofrecen en España y que pueden salvar a un celíaco en caso de apuro.

¡Até outra vez, PORTUGAL!
Nos quedamos con tus azulejos, tu bacalao y tus atardeceres.